martes, 2 de octubre de 2007

Siglo 21

La Hoja Sagrada

El gobierno de Evo Morales tocó el tema más delicado de su agenda con EE.UU., el de la coca, manteniendo su estilo: con un desplante público pero al mismo tiempo, ya en reserva, con el compromiso de reducir los cultivos.
Aunque la producción de coca ha crecido más que nunca, y lo mismo la de droga, el gobierno norteamericano no desertificó la política boliviana, pero exhortó a Morales “vehementemente” a hacer más por reducir los cocales. La respuesta del gobierno boliviano fue inmediata, casi simultánea, anunciando que no aceptará eliminar el “cato” de coca para cada afiliado al sindicato del Chapare y que elevará la superficie permitida de 12.000 a 20.000 hectáreas. Y el presidente Morales dijo en público que qué se cree EE.UU. para asumir el rol de país que reparte certificaciones al resto del mundo sobre la acción de cada país respecto del narcotráfico.
La suavidad del trato de parte de EE.UU. sorprendió a la oposición boliviana, que esperaba una actitud dura. La actitud dura estuvo dirigida solamente contra Venezuela, país que fue desertificado por tercer año consecutivo.
Hay sectores de la oposición que sospechan de la existencia de un acuerdo secreto entre el gobierno de Morales y el de EE.UU.. Dicen que las discrepancias son solamente para la platea y que ello se demostró ahora, porque esta vez, como nunca, hay un descontrol total de los cultivos, lo que ha hecho crecer la cantidad de droga hasta niveles jamás vistos en Bolivia. Informes confidenciales que manejan embajadas europeas dicen que ahora Bolivia es el más grande centro sudamericano del narcotráfico.
Expertos diplomáticos dicen que la actitud de EE.UU. podría entenderse como un mensaje a los países europeos que apoyan a Morales: ustedes lo ayudaron, ahora sopórtenlo, porque, además, la droga boliviana no va para EE.UU..
Antes de partir para Nueva York, donde asistirá a la asamblea general de la ONU, el presidente Morales tuvo una prolongada reunión con el embajador Phillip Goldberg. La información formal dijo que el embajador estaba decidido a expresar la firme oposición de su país al incremento del área permitida para los cultivos de coca.
El presidente Morales está entre la espada y la pared en este tema, pues los cocaleros del Chapare exigen que su dirigente les dé la autorización que siempre desearon para que la zona no sea de cultivos ilegales, pero por otro lado, la campaña para lograr la despenalización de la hoja en el mundo ha chocado con una férrea oposición de las potencias económicas.
La idea de ir a la industrialización de la hoja no tiene esperanzas mientras la hoja siga siendo tenida como una droga en sí misma por parte de la comunidad internacional. Lo peor es que el gobierno ha perdido el control de los cultivos y no podría retomarlo ni siquiera si se propusiera.

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